Monday, January 24, 2011

¡Ay esas tiendas!

Sí, esas en las que todos compramos la ropa y que parecen estar reñidas con la delicadeza y el buen hacer. Esas donde prima la prisa por cobrar aceleradamente y mediante espasmos introducen en una bolsa hecha un guiñapo la prenda que acabas de pagar y siempre con la sensación de que nos están haciendo un favor. Habremos tenido mucha suerte si en el tiempo que dura el proceso de cobro no nos han rozado, enganchado o arrastrado por el suelo la prenda en cuestión. Y sales de la tienda y te preguntas que clase de porquería debes de haber comprado para merecer ese trato.

Y ahí estoy yo con cara de asco dando rienda suelta a una nueva manía que me ha nacido que consiste en sacar de la bolsa lo que acabo de comprar y doblarlo con cuidado de que la dependienta espasmódica no me vea (¡Seré tonta encima!) Porque ilusa de mí pretendo que llegue a casa con aspecto de nueva y además si no es mucho pedir quiero que me dure varias temporadas y mal empezamos. Porque el mensaje que acabo de recibir en la tienda es que ellos venden ropa de usar y tirar y a eso me niego.

Pero últimamente me he revelado y aunque mi esfuerzo me cuesta pido siempre educadamente que por favor doblen cuidadosamente mi ropa e inclusive si ese día estoy valiente hasta les pregunto:

¿Tienen papel de seda?

-Casilda.